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viernes, 17 de febrero de 2012

JAIME MENDOZA GONZALEZ

MENDOZA GONZÁLEZ, Jaime (Sucre, Bolivia, 1874-1939).- Escritor y ensayista.
Médico con estudios en la UMSFX titulado en 1901. Trabajó en distritos mineros de Potosí y luego asistió a la Guerra del Acre (1903) como cirujano militar. En pos de especializarse, viajó a Chile (1906) y luego a Europa (1911 y 1914), para establecer relaciones con Rubén Darío, Blanco Fombona y otros. De retorno, fue Rector de la Universidad de Sucre (1930). También dirigió el Hospital Psiquiátrico de la capital y fue electo Senador de la República en 1931. Hizo labor de periodista al dirigir los periódicos ‘La República’ (1917) y ‘Nuevas Rutas’ (1919).
José Antonio Arze, en 1938, dijo sobre Mendoza que es “el más amplio de los literatos de su generación en materia de opiniones sociales; y el escritor que, por otra parte, ha explotado con más realismo que ningún boliviano, con sentimiento apostólico que cualquier otro, el campo, literariamente casi virgen, de la vida de nuestras gentes oprimidas".
Jaime Mendoza en un momento de reflexión decía: "Se podría comparar el territorio boliviano con una gran fortaleza cuyos torreones se levantan en torno de la altiplanicie, pero cuyos pies llegan por un lado a mojarse en el mar, y por otro a apoyarse en las llanuras centrales del continente. / No es, pues, Bolivia un simple 'conglomerado'. Es, por el contrario, una admirable síntesis de factores físicos que hacen de su territorio un terreno apropiado para construir, con él, una gran nación".
Autor de cuatro novelas, inició su trayectoria con En las tierras de Potosí, publicado en Barcelona (España) en 1911, obra que trata precisamente sobre la vida y tragedias de aquel territorio esencialmente minero. Lleva un prólogo de Alcides Arguedas, quien en partes alega a favor del libro de Mendoza: “Lector… Está en tus manos uno de los mejores libros que se han escrito en mi tierra. /…/ de principio a fin he leído su obra, y, créeme, es, de entre las de mi tierra virgen y bravía, las más objetiva, la que hasta ahora, mejor da la sensación de la realidad, amorosa y piadosamente observada. / Los cuadros de esta novela, de un vigor y de un realismo no superados quizás en ninguna otra de escritor hispanoamericano, reproducen con aterradora exactitud ese medio de las minas, donde, abandonado por todas las justicias, el obrero, según frase de uno de los personajes de la novela, ‘rarísima ves llega a la vejez; pues muere, o por accidente del trabajo, o por el agotamiento gradual producido por el mismo’, y sin conocer grandes alegrías ni acariciar deleitosos ensueños. Los personajes, movidos por apetitos, se suceden unos a otros, vivos, reales, retratándose, sin quererlo, en sus diálogos de una precisión y realidad desconcertantes, en sus gestos vivamente trasuntados”.
Sobre el argumento de En las tierras de Potosí, Augusto Guzmán anota: “Martín Martínez, estudiante de derecho en Sucre, abandona sus estudios seducido por las historias de que en Llallagua se hace fortuna fácilmente. Allí se dirige en una mula de mala muerte sufriendo todo género de penalidades. En llallagua, Catavi, Cancañari, Uncía, observa desencantado la vida miserable de los obreros; trabajo duro y rutinario, las sórdidas viviendas, el riesgo, la inseguridad sin régimen preventivo ni de compensación, alcoholismo, fatalidad. El, que aspiraba al cargo de ‘contratista’, después de muchas  gestiones y esperas sienta plaza de ‘canchero’, con trabajo sacrificado y poco sueldo. Entre sus amigos hay algunos que rescatan el metal robado a la empresa. Después de seis meses Martínez, el canchero cumplido, correcto, incorruptible, cuando espera un ascenso justo, es destituido por sus contactos con los rescatadores. El ingenuo soñador de grandezas vuelve a su hogar de Sucre, pobre, avergonzado, triste, envejecido; pero con el tesoro de la experiencia”.
En el primer párrafo de En las tierras de Potosí, el autor descubre al protagonista: “Era de ver a Martín Martínez el día de su salida de Sucre. Sus botas charoladas reverberaban a la luz del sol; sus diminutos  espolines dejaban oir apenas un suave tintín cuando andaba por el patio o habitaciones de la casa disponiendo algunos arreos de su silla de montar; llevaba un pantalón de amarilla tela que hacía feo contraste con el negro luciente de sus botas; su delgado poncho de largos flecos pendía descuidadamente de sus hombros; su sombrero de jipi-japa con el ala levantada por delante  dejaba entrever por encima de la oreja la punta de un barboquejo puesto por su madre, pero que no quería usarlo por parecerle poco gracioso; un gran pañuelo de seda escarlata rodeaba su cuello formando un rosón hacia delante. En suma, mostraba una indumentaria todo lo menos apropiado para un largo viaje por regiones inclementes, y a lo sumo pasadera para ir de paseo a cualquier valle próximo”.
Su segunda novela Páginas bárbaras (1914), según define Enrique Finot, “es una relaciónde la vida de la selva amazónica y contiene magníficas descripciones del paisaje tropical del noroeste de Bolivia”. En esta obra, Mendoza hace una reflexión que pese al paso del tiempo, pareciera de nuestra actualidad: “En Bolivia pasa el curioso fenómeno de que precisamente las tierras más ricas y fecundas en todo género de producciones yacen todavía inhabitadas, al paso que la parte más inhospitalaria del país por sus condiciones físicas, como es el altiplano andino, ha reconcentrado en sí la mayor suma de poder y actividad de la República. Basta dar una ojeada al mapa para convencerse de esto. Allí se ve gráficamente cómo en el altiplano, o en derredor de él, se han desparramado las poblaciones, mientras que en las dilatadas regiones del norte, oriente y sudeste, que forman la mayor y mejor parte del país, se ve claros enormes denunciando que allí el hombre civilizado aún no ha dejado la huella de su paso”.
        La cuarta novela de Mendoza Memorias de un estudiante (1918), apunte de Enrique Finot, “contiene tres narraciones breves e inconexas: ‘Una historia clínica’, ‘Los amores de un joven cándido’ y ‘Los estudiantes’. La primera reviste un interés psicológico evidente, porque reconoce la incapacidad de la medicina para resolver algunos casos clínicos, lo que tiene enorme importancia, dicho por un médico inteligente y culto. Luego viene una historia erótica, aderezada con episodios entretenidos y consideraciones sobre la vida y el amor. Completa la trilogía una especie de reconstrucción histórica sobre las actividades estudiantiles en la docta Chuquisaca de la época de la independencia, adornada con un episodio amoroso”.

LIBROS
Novela: En las tierras de Potosí (1911); Páginas bárbaras (1914); Los malos pensamientos (1916); Memorias de un estudiante (1918); El lago enigmático (1936).
Poesía: Chuquisaca (1939).
Ensayo: El factor geográfico en la nacionalidad boliviana (1925); El mar del sur (1926); La ruta atlántica (1927); La tesis andinista: Bolivia y el Paraguay (1933); La tragedia del Chaco (1933); El macizo boliviano (1935).

Ref.- Finot, Historia Literatura, 1964, 350-351; J. Mendoza, En las tierras…, 1992, prólogo (A. Arguedas), contratapa (A. Guzmán) y p. 11; J. Mendoza, Páginas bárbaras, II; J.A. Arze, Escritos literarios, 1981, 197-207; Blanco, “Páginas de Gesta”, UH/Semana, 24.03.1996, 12-13; G. Francovich, “Las ideas nacionalistas…”, La Nación/Literario, 24.05.1964, 1; J. Martínez, Diccionario Histórico: II, 2002, 199-200


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